Día de San Esteban: quién fue el mártir católico y por qué se lo venera con tanto fervor en Santiago
Cada 26 de diciembre se celebra con importantes signos de fe en Sumamao y Maco.

Los 26 de diciembre la Iglesia Católica celebra a San Esteban, y en la provincia se lo venera con fervor en los departamentos Capital y Silípica. Se realizan diversos signos como así también peregrinaciones y cánticos con júbilos y devoción. Esta festividad, que fusiona elementos cristianos y paganos, se lleva a cabo en las localidades de Maco y Sumamao, destacándose como una expresión única de la cultura local.
¿Pero quién fue este destacado mártir para la feligresía?
Cada 26 de diciembre la Iglesia Católica celebra a su primer mártir, San Esteban. Precisamente por haber sido el primero en derramar su sangre por Cristo se le denomina “protomártir”. La palabra ‘protomártir’ está formada por los términos griegos πρῶτος (protos, primero) y μάρτυς, μάρτυρος (martyros, “testigo”).
San Esteban murió apedreado (esta pena se le conoce como ‘lapidación’) tras ser condenado a muerte por el Sanedrín. Esteban había enfrentado y criticado a las autoridades judías por no querer reconocer al Mesías y, peor aún, por haberlo asesinado. En represalia, las autoridades judías ordenaron que fuese arrastrado hasta las afueras de la ciudad de Jerusalén, donde sería ejecutado (cfr. Hch 7, 54-55).
San Esteban, mientras recibía el impacto de las piedras, alcanzó a decir con fortaleza: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”, y con su último aliento, puesto de rodillas, exclamó: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”, abogando por aquellos que le arrebataban la vida.
Un sacrificio unido a Cristo
Muchos se preguntarán por qué recordar a un mártir en medio de la Octava de Navidad, ¿no es la alegría lo que debe imperar en estos días? ¿Se trata de algún tipo de contradicción o desatino? Para resolver interrogantes como estas, dejemos que sean los propios pontífices quienes respondan:
En la celebración de San Esteban en el año 2014, el Papa Francisco afirmó que “con su martirio, Esteban honra la venida al mundo del Rey de los reyes, da testimonio de Él y ofrece como don su vida, como lo hacía en el servicio a los más necesitados. Y así nos muestra cómo vivir en plenitud el misterio de la Navidad”.
Por su parte, el Papa Benedicto XVI, el 26 de diciembre de 2012, se refirió a San Esteban con estas palabras: “¿De dónde sacó el primer mártir cristiano la fuerza para hacer frente a sus perseguidores y llegar hasta la entrega de sí mismo? La respuesta es simple: de su relación con Dios, de su comunión con Cristo, de la meditación sobre la historia de la salvación, de ver la acción de Dios, que alcanza su cumbre en Jesucristo”.
En los Hechos de los Apóstoles el nombre de Esteban se encuentra por primera vez con ocasión del nombramiento de los primeros diáconos (Hechos, 6, 5). Habiéndose suscitado insatisfacción en lo relativo a la distribución de las limosnas del fondo de la comunidad, los Apóstoles eligieron y ordenaron especialmente a siete hombres para que se ocuparan del socorro de los miembros más pobres. De estos siete, Esteban es el primer mencionado y el mejor conocido.
La vida de Esteban anterior a este nombramiento permanece casi enteramente en la oscuridad para nosotros. Su nombre es griego y sugiere que fuera un helenista, esto es, uno de esos judíos que habían nacido en alguna tierra extranjera y cuya lengua nativa era el griego; sin embargo, según una tradición del Siglo V, el nombre de Stephanos era sólo el equivalente griego del arameo Kelil (del sirio kelila, corona), que puede ser el nombre original del protomártir y fue inscrito en una losa encontrada en su tumba. Parece que Esteban no era un prosélito, pues el hecho de que Nicolás sea el único de los siete designado como tal hace casi seguro que los otros eran judíos de nacimiento. Que Esteban fuera discípulo de Gamaliel se ha deducido a veces de su hábil defensa ante el Sanedrín; pero no ha sido probado. Ni sabemos tampoco cuando y en qué circunstancias se hizo cristiano; es dudoso que la afirmación de San Epifanio (Haer.,xx, 4) contando a Esteban entre los setenta discípulos merezca algún crédito. Su ministerio como diácono parece haberse ejercido principalmente entre los conversos helenistas con los que los apóstoles estaban al principio menos familiarizados; y el hecho de que la oposición con la que se enfrentó surgiera en las sinagogas de los “Libertos” (probablemente los hijos de los judíos llevados como cautivos a Roma por Pompeyo el año 63 antes de Cristo y liberados, de ahí el nombre de Libertini ) y “de los Cirineos, y de los Alejandrinos y de los que eran de Cilicia y Asia” muestra que habitualmente predicaba entre los judíos helenistas. Que era destacadamente idóneo para ese trabajo, sus facultades y carácter, que el autor de los Hechos desarrolla tan fervientemente, son la mejor indicación. La Iglesia, al escogerlo para diácono, le había reconocido públicamente como un hombre “de buena fama, lleno de Espíritu y sabiduría”(Hechos, 6, 3). Era “un hombre lleno de fe y de Espíritu Santo”(6, 5) “lleno de gracia y de poder” (6, 8); nadie era capaz de resistir sus poco comunes facultades oratorias y su lógica impecable, tanto más cuanto que a sus argumentos llenos de la energía divina y la autoridad de la escritura Dios añadía el peso de “grandes prodigios y señales” (6, 8). Grande como era la eficacia de “la sabiduría y el Espíritu con que hablaba” (6, 10), aun así no pudo someter los espíritus de los refractarios; para estos el enérgico predicador se iba a convertir pronto fatalmente en un enemigo.
Los cuerpos de los hombres lapidados debían ser enterrados en un lugar designado por el Sanedrín: Si en este caso insistió el Sanedrín en su derecho no podemos afirmarlo; en cualquier caso, “hombres piadosos”, no se nos dice si cristianos o judíos, “sepultaron a Esteban, e hicieron gran duelo por él” (8, 2). Durante siglos la situación de la tumba de Esteban estuvo perdida, hasta que (en el año 415) cierto sacerdote llamado Luciano supo por revelación que el sagrado cuerpo estaba en Caphar Gamala, a alguna distancia al norte de Jerusalén. Las reliquias fueron exhumadas y llevadas primero a la iglesia de Monte Sión, luego, en 460, a la basílica erigida por Eudoxia junto a la Puerta de Damasco, en el lugar dónde, según la tradición, tuvo lugar la lapidación (la opinión de que la escena del martirio de San Esteban fue al este de Jerusalén, cerca de la puerta llamada de San Esteban por ello, no se oyó hasta el Siglo XII). El sitio de la basílica de Eudoxia se identificó hace unos veinte años, y se ha erigido un nuevo edificio sobre los viejos cimientos por los Padres Dominicos.