Se cumplen 158 años de la Batalla del Pozo de Vargas y una emblemática zamba que narró el combate
El investigador Omar López Mato evoca la victoria de Taboada, y el final de la última y mayor rebelión del norte contra la presidencia de Bartolomé Mitre.

El 10 de abril de 1867 se produce la Batalla del Pozo de Vargas. Las fuerzas del caudillo montonero Juan F. Varela, que venían desde Cuyo en son de guerra, habrían de enfrentarse con las del Ejército del Norte al mando del santiagueño General Antonino Taboada, a quién el presidente de la República, General Bartolomé Mitre, había confiado la misión de contener estas hordas salvajes, en momentos que la Nación libraba la cruenta Guerra del Paraguay.
Una conspiración había sido descubierta en San Juan a fines de 1866.
El vicepresidente Doctor Marcos Paz, en ejercicio de la presidencia por estar el General Bartolomé Mitre ejerciendo el mando superior de los ejércitos aliados en dicha guerra, consultó a este y adoptó las medidas necesarias para controlar la situación.
Los dos ejércitos -con una superioridad numérica de casi 3 a 1 a favor de los montoneros- chocaron en las cercanías de la ciudad de La Rioja, en un día de sol con un calor abrasador.
Por momentos la suerte del combate pareció adversa al Ejército del Norte. Los ataques de la montonera se renovaron con el fin de apoderarse de un espejo de agua, el Pozo de Vargas, para mitigar la sed.
Mientras las fuerzas de Taboada retrocedían, el Comandante Brizuela mandó tocar una zamba –la famosa Zamba de Vargas- que enardeció a la tropa, la que acometió a sus enemigos con un ardor sostenido hasta derrotarlos. La música y coplas de esta zamba han sido interpretadas de generación en generación, rememorando glorias de la organización del país.
La zamba de Vargas
*Por Omar López Mato
Eran apenas 2.000 soldados del ejército argentino enfrentando las hordas rebeldes de 5.000 centauros que desafiaban el ordenamiento de la Nación. Al frente de ellos se hallaba la figura romántica del coronel Felipe Varela, y sus “colorados” que se oponían a continuar la guerra del Paraguay. El presidente Mitre no podía admitir este reclamo, debía acallar la sublevación.
Las fuerzas nacionales rodearon el Pozo de Vargas a las afueras de La Rioja, siguiendo al general Antonino Taboada, secundado por su hermano Manuel, entonces gobernador de Santiago del Estero. Ellos defendían la misión unificadora de su amigo, el general Mitre.
Atrás habían quedado los sinsabores de la campaña de Lavalle y la derrota de Quebracho Herrado, las luchas contra Rosas, la cárcel y el exilio. Los hermanos Taboada eran sobrinos del indio Ibarra pero ahora eran hombres de un nuevo país que pensaba en progreso. Todo lo habían dado por esa palabra, hasta la vida de su hermano Felipe, el joven pintor que abandonó los pinceles para pelear contra el despotismo. Prisión, pobreza y ostracismo había sido el cursus honoris de Antonino para elevarse como jefe de los nacionales y enfrentar a los rebeldes con sus bravos santiagueños bajo ese solazo del 10 de Abril de 1867. La astucia adquirida en mil batallas y entreveros lo hizo tomar como sitio privilegiado la aguada del tal Vargas. Allí centró sus defensas.

Antonino Taboada
Los colorados de Varela volvieron grupas cuando se enteraron que los Taboada habían tomado La Rioja. El Coronel Varela no podía permitir esta afrenta, y en el apuro olvidó aprovisionarse de agua. Era menester atacar a los santiagueños para proveerse del líquido elemento; la sed apretaba a hombres y bestias por igual.
Los riojanos duplicaban a las tropas del Ejército Nacional y le tienen fe al coronel Varela, pero la desesperación nunca fue buena consejera.
Varela y los suyos, ardidos de venganza y sed, intentan sobrepasar a los Taboada emperrados en su posición. Elizondo desbanda a la caballería santiagueña pero la infantería munida de sus fusiles Sharps rechazan al enemigo una y otra vez.
Ordenadamente soportaron el hostigamiento… pero los riojanos son muchos, algunos dudan ¿podran resistir? Entonces escuchan los sonidos de una zamba ejecutada por la banda del Regimiento, que agrega entusiasmo al coraje. Así lo relató el capitán Ambrosio Salvatierra cincuenta años después de la batalla: “Las tropas electrizadas con los acentos del baile, prorrumpieron en gritos y en vivas al general, mientras todos los soldados comenzaron a bailar”… “En el entrevero se armó esta zamba, llevando en sus notas al alma.”
La versión musical de la Zamba de Vargas la recopiló don Andrés Chazarreta y la estrenó en 1906 en Buenos Aires en el teatro Politeama con su conjunto de Arte Nativo.
Los riojanos insisten y atacan a los santiagueños. El caballo del coronel Varela cae bajo una lluvia de plomo; solo el coraje de “la Tigra”, la montonera Dolores Díaz, lo salva de caer prisionero. Después ella seria cautiva de los Nacionales, la última afrenta que debe soportar Varela quien le escribe a Fray Mamerto Esquiu para que medie ante las autoridades para la liberación de su amante, que se cumple dos años más tarde.
Huye Varela y con esta derrota desfallece la revuelta colorada y se inicia la unificación nacional. La zamba del Pozo de Vargas sirvió de canción de cuna a la Patria Grande.
Algunos hechos curiosos rodean esta mítica batalla. El general en jefe era Antonino Taboada, aunque en los cantos figure su hermano Manuel con ese cargo. Poca es la diferencia porque la historia los unió en carne y hueso.
Más extraño aún resulta que en el lugar donde se peleó la batalla, actualmente un barrio a las afueras de La Rioja, solo existe un busto del coronel Varela. Nadie recuerda la gesta unificadora de los Taboada. ¿A que debemos esta afinidad tan argentina por la exaltación de la rebeldía? ¿Cuál hubiese sido el futuro de una revolución separatista?
El país estaba en guerra y resistirse al alistamiento era traición, aunque le quieran buscar otro nombre. La guerra del Paraguay no era una guerra popular, pero a pesar de todo lo que se pueda argumentar fueron los paraguayos quienes invadieron Corrientes produciendo una infinidad de desmanes. (Desde 1940 en la Costanera de dicha ciudad hay una estatua que recuerda a las cautivas correntinas, víctimas de la brutalidad guaraní).
La primera piedra del conflicto la tiró Paraguay, y el gobierno de Mitre cumplió con su misión de defender la soberanía. Todo lo demás es un discurso inútil, hoy tan del gusto de este revisionismo del diario del lunes.
Personajes históricos, como los hermanos Taboada, creyeron en un país grande surcado de canales, caminos y una administración justa. Ellos son sistemáticamente olvidados en beneficio de las huestes montoneras que sembraron la anarquía más allá de las intenciones idílicas de algunos jefes.
El revisionismo se va en utopías porque no quiere entender los estrechos límites para construir la patria posible que, hombres como los Taboada, supieron crear mientras sus soldados bailaban una zamba al son del bombo y las balas.
La versión musical de la Zamba de Vargas la recopiló don Andrés Chazarreta y la estrenó en 1906 en Buenos Aires en el teatro Politeama con su conjunto de Arte Nativo.
*Omar López Mato es un médico oftalmólogo, investigador y escritor amateur de temas históricos.