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Remedios de Escalada, la joven que desafió su destino por San Martín y murió demasiado pronto

El historiador Esteban Dómina, nos trae en esta nueva columna una mirada sobre la esposa del Libertador y que murió esperando su regreso.

María de los Remedios de Escalada murió el 3 de agosto de 1823, a los 26 años de edad.
Su vida dio un giro rotundo cuando conoció a José de San Martín, quien en marzo de 1812 regresó de España donde se desempeñó durante casi tres décadas en los ejércitos reales. En su patria era casi un desconocido e, incluso, en los círculos políticos despertaba cierta desconfianza.
Sin embargo, le bastaron seis meses para desposar a una niña de apellido patricio. “Esa mujer me ha mirado para toda la vida”, le dijo el recién llegado a Mariano Necochea, impactado por la dueña de esa mirada, cuando, en una tertulia en casa de los Escalada, vio por primera vez a María de los Remedios. Ella también quedó deslumbrada, tanto que rompió el compromiso matrimonial que la ligaba a un joven oficial y se casaron el 12 de septiembre de 1812. Ella, nacida en 1797, no había cumplido aún los quince, él tenía 34.
La placidez conyugal duró muy poco. Enseguida, convocado por los menesteres de la guerra, San Martín debió alejarse de Buenos Aires. Al litoral primero y, tras el exitoso debut del Regimiento de Granaderos a Caballo en San Lorenzo, a Tucumán, donde enfermó y fue relevado de la jefatura del Ejército del Norte. Convaleció algunos meses en Córdoba, madurando el plan que más tarde habría de llevar a cabo.
Remedios de Escalada tuvo una existencia corta. Murió el 3 de agosto de 1823, a poco de cumplir 26 años.
Remedios, entretanto, seguía en Buenos Aires, en casa de sus padres, añorando su regreso. Se reunieron en Mendoza en 1814, donde San Martín recaló como Gobernador. El tiempo que pasaron en Cuyo fue el mejor de sus vidas como pareja; el único, en realidad. Allí convivieron mientras él organizaba un ejército casi de la nada y ella lo acompañaba. Y lo más importante, concibieron una hija: Mercedes Tomasa, la “infanta mendocina”.
Sin embargo, las cosas buenas no suelen durar demasiado, y el guerrero volvió a marcharse, esta vez para cruzar la imponente cordillera andina y seguir la guerra del otro lado. Remedios, con la pequeña en sus brazos y el corazón desolado, lo vio alejarse detrás de la bandera que, amorosamente, ella y otras damas cosieron poco antes de la partida. El reencuentro se produjo cuando él, cargado de gloria por sus proezas en Chile, repasó un par de veces la montaña para verlas. Pero la ilusión de una vida tranquila se desvaneció tan pronto él debió cruzar nuevamente los Andes para proseguir la campaña que lo llevaría más lejos aún, al Perú, donde ella no podría seguirlo.
Para entonces enfermó de tuberculosis, una cruel enfermedad. Tan cruel que cuando decidió que lo mejor era regresar a Buenos Aires, a su carruaje, a cierta distancia, le seguía otro que cargaba un ataúd por si moría durante el largo viaje. Sin embargo, aún no era su hora y pudo llegar a la metrópoli, donde quedó al cuidado de su familia. Para favorecer su recuperación, sus padres la trasladaron a una quinta en las afueras de la ciudad. Los mejores médicos, el trato más obsequioso, el afecto de los suyos: nada surtió efecto y la enfermedad siguió estragando la salud de la joven madre.
Su alma no estaba mejor: sólo parecía revivir cada vez que recibía noticias de tierra limeña, donde el deber había llevado a su esposo, o cuando la pequeña Mercedes alegraba su amarga vigilia con los progresos propios de la edad.
Para no mortificarla inútilmente, sus familiares le ocultaban los rumores que circulaban por aquellos días en Buenos Aires; habladurías que llegaban desde las lejanas tierras donde se hallaba San Martín y sus enemigos divulgaban con fruición. Chismes sobre amantes y una vida disipada. Después de la entrevista de Guayaquil, se encendió una esperanza en el corazón de la enferma: que, desentendido de la guerra que dejó en manos de Simón Bolívar, regresaría a Buenos Aires a reunirse con ella y Merceditas.
Sin embargo, él se demoró en Chile y recaló en su chacra de Mendoza, advertido de los riesgos que podía correr si intentaba regresar a Buenos Aires sin contar con garantías del gobierno rivadaviano. Ella imploraba que no se demorara, que quería despedirse antes de partir de este mundo. Su salud empeoraba cada día. Pese a todo, no dejó de pensar en él y le siguió escribiendo, pidiéndole que acudiera a su encuentro. Hasta que no pudo más y, la fría mañana del 3 de agosto de 1823, expiró en su lecho de enferma. El cuadro era desolador; quienes la rodeaban no podían contener las lágrimas, ora de llanto, ora de impotencia, frente a aquella escena de muerte temprana.
Él volvió pocos meses después. Estuvo en Buenos Aires el tiempo suficiente para visitar la tumba de la difunta en el flamante cementerio de la Recoleta y encargó una lápida que dice: “Aquí descansa Remedios Escalada. Esposa y amiga del general San Martín” y que aún se conserva (imagen).
Recogió a su hija, Merceditas, que había cumplido siete años, y en febrero de 1824 emprendió el largo exilio que duró hasta su muerte.
Remedios de Escalada tuvo una existencia corta. Murió el 3 de agosto de 1823, a poco de cumplir 26 años.

BIO ESTEBAN DÓMINA

Nació en Las Varillas (provincia de Córdoba) el 15 de abril de 1952. Cursó sus estudios primarios y secundarios en la ciudad de San Francisco (provincia de Córdoba) con los mejores promedios. Se graduó de Contador Público y Licenciado en Administración en la Universidad Nacional de Córdoba.

Fue profesional independiente, docente universitario y, en el campo de la política y la función pública, ocupó diversos cargos legislativos y ejecutivos, en el orden nacional, provincial y municipal, entre ellos: Senador Provincial (1987-1993), Diputado Nacional (1995-1999), Presidente de la Cámara de Diputados de Córdoba (1999-2001), convencional constituyente (2001) y concejal de la ciudad de Córdoba (2011-2019). Fue además presidente del banco estatal BICE entre 2004 y 2008 y ministro de Economía de la provincia de Santiago del Estero (1994-1995) y de la provincia de Córdoba (2001-2002). En 1997 fue condecorado por el gobierno chileno con la Orden al Mérito de Chile.

Distinguido ​el 6 de julio de 2023 con el Premio Jerónimo Luis de Cabrera, la distinción que otorga la Municipalidad de Córdoba a personalidades destacadas.

Sitio web: https://www.estebandomina.com.ar/

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