Más de 50 investigadores coinciden en que el algarrobo es uno de los árboles más valiosos del país
Es una especie tolerante a la sequía, a la salinidad, a suelos degradados y con sus vainas, se procesan para alimentos.
En la Argentina, existe una infinidad de ensayos que analiza el comportamiento de crecimiento del algarrobo y su potencialidad productiva en la región del Chaco Semiárido de Santiago del Estero.
Las plantaciones de esta especie en la región, si bien persiguen un fin productivo, a la vez cumplen un rol ecológico fundamental en la rehabilitación de áreas que se han degradado por el manejo ineficiente de los sistemas de riego para el cultivo agrícola, como ocurre por ejemplo en Santiago del Estero.
A su vez, los algarrobos pueden ser utilizados como parte del componente arbóreo de sistemas silvopastoriles y de acciones de restauración ecológica activa en áreas degradadas (desmontes, incendios, salinización, etc.) con el objeto de recuperar la capacidad productiva y diferentes servicios ecosistémicos.
Su aporte al ecosistema
El Centro de Investigaciones Agropecuarias de INTA, publicó recientemente un libro en el que participaron 59 investigadores de esa y otras instituciones como el Conicet y Universidades Nacionales como la de Córdoba, Santiago del Estero, Formosa, la del Litoral, la de Buenos Aires, y la Universidad República Uruguay, donde en más de 400 páginas, reconocieron el aprovechamiento integral que se puede hacer de este árbol tan típico del norte argentino, y disponible en casi gran parte de la geografía santiagueña.
El libro se denomina “El cultivo del algarrobo en Argentina”, y tiene a López Lauenstein, Diego como compilador y Vega, Carmen Delcira, como compiladora). El trabajo reúne 25 años de investigaciones que van desde el mejoramiento genético de la especie, hasta los aspectos de su crecimiento, adaptabilidad y calidad de su madera y otros productos forestales.
“Se tomaron las especies de algarrobo más importantes del país, que son seis especies que se cultivan, se plantan, o que potencialmente se pueden plantar acá. Y en todos estos años de investigación, pero más recientemente desde el año 2006, se crearon y formularon proyectos de domesticación de especies forestales nativas, dentro del marco del programa forestal, donde en las diferentes regiones boscosas del país tomamos como prioritarias algunas especies”, comentó el compilador del libro, López Lauenstein.
El algarrobo, a través de profundas raíces, alcanzan reservas de agua inaccesibles para el resto de las especies que acompaña, aportando al ecosistema cantidades extra de humedad y dinamizando el ciclo del agua.
Como si fuera poco, en las áreas más secas y con acceso a la napa freática, los independiza de las lluvias, por lo que son unas de las primeras especies en florecer y brotar en el monte santiagueño.
Carmen Delcira Vega, otra de las compiladoras del libro y miembro también del Instituto de Fisiología y Recursos Genéticos Vegetales, sostiene: “Por sus características el cultivo de algarrobo en Argentina puede promover el desarrollo de economías locales y regionales en ambientes de bajo valor productivo en términos de cultivos tradicionales. Las comunidades que se desarrollan en estos territorios muchas veces están fuera del circuito de economía central y suelen tener una economía de subsistencia. Para consolidar el cultivo del algarrobo en Argentina es necesario focalizar las investigaciones futuras hacia objetivos claros de producción en un marco de sustentabilidad”.
Aprovechamiento de sus frutos
Los frutos del monte nativo son alimentos excepcionales y una fuente inagotable de nutrientes nobles y sanos. Con la algarroba, por ejemplo, se procesa harina y otro tipo de productos, y hasta una infusión muy sabrosa símil al café.
Un ejemplo de ello es el emprendimiento “El Don Santiagueño”, de Daniel Eduardo Ledesma, quien hace unos años comenzó a experimentar con el fruto de la algarroba, hasta lograr obtener un “café” delicioso, tostando algarrobas blancas y negras –dos variedades de la planta–, pasando por un proceso artesanal que hasta hoy guarda como su mejor secreto.
Se animó a envasarlo en paquetes y comenzó llamándolo “Don Ledesma”, hasta luego registrar la marca “El Don Santiagueño”. Este “café” tiene propiedades nutricionales como calcio, hierro, fósforo, magnesio, potasio, zinc, aceites esenciales Omega 3 y 9, vitaminas A y del grupo B.
Recuperación de su fruto
Paralelamente, por sus bondades nutritivas, el INTA trabaja en la recuperación de este fruto que crece en el norte del país para que llegue a las mesas argentinas. En Santiago del Estero, son cientos las familias que cosechan el fruto y comercializan sus derivados en ferias artesanales.
Es un producto noble, apto para celíacos –no posee gluten– y diabéticos –con azúcares de disponibilidad lenta– que merece siempre ser recuperado dado su alto valor nutritivo y gran disponibilidad en la zona de Santiago del Estero.
Oro del Estero
Otro emprendimiento en crecimiento en Santiago del Estero se denomina “Oro del Estero”, y se presentan en el como la única harina de algarroba nativa en el mercado, certificada por ANMAT, libre de gluten.
Oro del Estero está involucrada en todo el proceso productivo, desde la plantación hasta el consumidor final de harina. Trabajan junto a la Cooperativa Agro Naciente -que trabaja con 100 familias de Colonia El Simbolar- y a la Facultad de Agronomía y Agroindustrias de la UNSE.
“Nuestra harina tiene un sabor más concentrado, y se utiliza en pequeñas cantidades, combinada con otras harinas en la elaboración de dulces y panificados. Es un endulzante natural, sin grasas trans ni saturadas, libre de gluten, rico en fibra alimentaria, proteínas, minerales y vitaminas. Por eso es importante la difusión de la harina nativa y sus múltiples beneficios para la salud y para el desarrollo sustentable de las economías regionales”, explican desde Oro del Estero.