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Los santiagueños heroicos de la batalla de Pradera del Ganso

Fue uno de los enfrentamientos más duros del conflicto por Malvinas, en 1982. A un apuntador de ametralladora se le reconoce haber derribado un Sea Harrier. Otro soldado salvó la vida de un sargento al arrojarse sobre él.

En el libro “Malvinas: la batalla de Pradera del Ganso” (Bs. As., editorial Argentinidad, 2016), el investigador Oscar Tévez reconstruye meticulosamente las alternativas de esa batalla, considerada una de las más cruentas de la guerra de 1982. Allí destaca a dos soldados santiagueños por su heroísmo en combate.

 

Uno es René Loaiza, apuntador de ametralladora MAG, quien “no se había amedrentado ante la presencia de tres Sea Harrier y abrió fuego en dirección al ataque, sosteniéndolo con decisión”.

 

“El segundo de los aviones abandonó el sector en dirección Sur, sin llegar a completar la acción ofensiva. El tercero, proveniente del Sudoeste, recibió también varios impactos de 20 milímetros efectuados con la pieza N°5 y, después de arrojar sus bombas en la zona del establecimiento Darwin, sin causar ningún daño debido a que no llegaron a estallar, se retiró lanzando una espesa columna de humo blanco”. El ataque se registró el 4 de mayo de 1982, en la base aérea “Cóndor”.

Soldados argentinos camino a Darwin-Pradera del Ganso.

Si bien el libro atribuye el derribo del primer avión al oficial Braghini, en otro se menciona a Loaiza como el autor, con la consecuente muerte de Nick Taylor, alto mando de la fuerza aérea británica. El piloto alcanzó a eyectarse, pero fue alcanzado por los disparos, según relata Loaiza en el libro del teniente (R) Hugo Quiroga, “Santiagueños en Malvinas”.

 

“Cuando el primer avión ingresó por la cabecera de pista y comenzó a atacar, vi que le salía humo por su parte trasera, pero ello no le impedía realizar las maniobras con normalidad y ejecutar el ataque. Con gran asombro y estupor, vi cómo se me venía encima semejante mole despidiendo bombas y ráfagas de municiones en su trayectoria. Instintivamente tomé mi ametralladora MAG, le apunté y comencé a disparar. Los primeros tiros no dieron en el blanco (había apuntado bajo) por lo cual levanté la puntería y observé que mis disparos pegaban en el fuselaje y la parte vidriada del avión”, se indica.

“El avión pasó a cinco metros arriba de nuestras cabezas y cayó sobre la pista a 70 metros a retaguardia causando una enorme explosión que al arrastrarse llenó de fuego y combustible las posiciones defensivas que se encontraban atrás, causando destrozos y quemaduras a nuestro personal. Según me contaron mis superiores y compañeros que observaron la acción, en el momento en que pasaba el avión sobre nuestras posiciones, el piloto se había eyectado, pero al caer estaba muerto producto de los impactos de las balas disparadas por mi ametralladora”. Loaiza fue ascendido a dragoneante por esta acción, el 28 de mayo.

 

El otro santiagueño destacado por Tévez es Alberto Vaca: “El suboficial del Regimiento 12, el sargento Rubén Lucero, se encontraba recostado contra una pared cuando dos o tres impactos pegaron sobre su cabeza. Uno de sus soldados, el santiagueño Alberto Vaca, se arrojó sobre él e hizo que se agachara; casi de inmediato, nuevos disparos dieron en el preciso sitio en el que había estado apoyado”. Esto sucedió el 28 de mayo, en los linderos de Pradera del Ganso.

 

Fuentes:
-Oscar Tévez: “Malvinas: la batalla de Pradera del Ganso”, Bs. As., editorial Argentinidad, 2016.
-Hugo Quiroga, “Santiagueños en Malvinas”, Santiago del Estero, Editorial Lucrecia, 2010.

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