La carga invisible: las mujeres y el peso mental del hogar
Es importante visibilizar el trabajo emocional y mental que realizan las mujeres en el día a día. Hacerse cargo no es "ayudar".

“¿Hay leche?”, “¿Sacaste el turno para el médico?”, “¿Qué hay para cenar?”… Son preguntas cotidianas que, aunque parezcan inocentes, esconden una verdad incómoda: en la mayoría de los hogares, son las mujeres quienes cargan con el peso invisible de pensar en absolutamente todo. No se trata solo de hacer las tareas, sino de anticiparse, planificarlas y coordinar cada detalle. A eso se le llama carga mental, y es una de las formas menos reconocidas de desigualdad doméstica.
Esta carga no descansa nunca. Incluso cuando las mujeres están en su trabajo formal o intentan relajarse, su cabeza sigue girando en torno a listas mentales: comprar útiles, recordar fechas escolares, organizar turnos médicos, pagar servicios, mantener limpia la casa, resolver conflictos familiares… Todo eso también es trabajo, aunque no se vea ni se nombre.
Muchas veces, esta responsabilidad se asume como “natural” porque desde niñas se nos enseña a cuidar, organizar y resolver. Sin embargo, ese mandato se vuelve una trampa: mientras los varones muchas veces “colaboran”, las mujeres gestionan, supervisan y resuelven. No es ayudar, es asumir el rol principal en la logística del hogar, lo cual genera agotamiento emocional, ansiedad, sobrecarga y hasta culpa por no llegar a todo.
La carga mental no tiene pausas, pero sí consecuencias. Impacta en la salud mental, en la sensación de descanso y en la calidad del tiempo libre. Muchas madres, parejas o cuidadoras sienten que están “haciendo todo el tiempo algo”, pero no pueden disfrutar de nada plenamente. Y lo peor: muchas veces ni siquiera se les reconoce ese esfuerzo.
Hablar de carga mental es el primer paso para cambiar las reglas. Redistribuir tareas, soltar la culpa, pedir ayuda y poner en palabras lo que pesa también es parte de cuidarse. Porque no alcanza con tener una pareja que “ayude”: hace falta construir vínculos más equitativos, donde el peso del día a día sea compartido, sin que todo dependa siempre de una sola cabeza… y de una sola mujer.