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Infierno en el “Edén”: los asesinatos de la esposa y la suegra de un empresario en Termas de Río Hondo

A fines de los años 40’ un atroz doble crimen conmocionó a Las Termas de Río Hondo, pero habría quedado impune con el paso de los años, después que los principales sospechosos de un triángulo amoroso fueran desvinculados del caso.

Jaime Kupfer era un notable empresario que en los años 40’ administraba el desaparecido hotel “Edén”, en Termas de Río Hondo, lugar que sería el escenario del cruento doble asesinato de su esposa Sofía Spector de Kupfer y su suegra Olga Rubín de Spector.

 

Esa década estuvo signada por el auge de la construcción de hoteles en la ciudad, por el creciente interés por sus aguas curativas. En 1943 ya se había inaugurado el casino, con lo que el pueblo se convirtió en un punto de atracción de turismo y salud. Uno de esos hoteleros fue Jaime Kupfer, quien vivía con su esposa y su madre en el establecimiento, que habría tenido como gerente a Francisca Irene Nieva, con quien las habladurías le atribuían un romance.

 

El 6 de septiembre de 1948, la policía encontró a Spector y su madre cuando agonizaban en las habitaciones 20 y 21. Sobre una mesa había una botella de cerveza, otra de naranja, un sifón y dos copas, una de ellas rota. Los médicos Pablo Gandolfo y Emilio Mera examinaron a las mujeres y coincidieron en que había sido envenenadas, porque presentaban signos inequívocos: convulsiones, vómitos, tenían espuma en sus bocas y dificultad para respirar. Media hora más tarde habían fallecido.

El juez Juan Rodrigo y sus empleados se constituyeron en el hotel al día siguiente, mientras la población se encontraba convulsionada por las versiones que corrían de boca en boca sobre la escabrosa muerte de las infortunadas víctimas. El empresario Kupfer se convirtió en el principal sospechoso.

 

El juez Rodrigo no parece ser otro que quien llegaría a ser vicegobernador de su amigo Carlos Arturo Juárez, en su tercer gobierno (1995-1998), ya que por esos años era titular del juzgado de Primera Nominación en lo Criminal. Juárez fue su secretario entre 1945 y 1946. Para el momento del crimen era secretario de Gobierno y en 1949 asumiría su primera gestión.

 

La llegada de Rodrigo y la comitiva judicial debió causar revuelo en la ciudad. El juez inspeccionó el hotel y le ordenó a Kupfer que extrajera de una caja de hierro una botella que contenía cianuro, en cuyo interior presentaba ralladuras oxidadas que indicaban que alguien había intentado sacar hasta los últimos restos del veneno.

El 17 de septiembre, el médico forense informó al juez que la muerte de las mujeres se debió a intoxicación con cianuro, lo que fue confirmado por el Instituto Bromatológico de Tucumán. Spector era quién había consumido una mayor cantidad y su madre en menor grado, pero lo suficiente para matarla. En la botella de cerveza también se encontró el mismo tóxico, pero la copa no se pudo analizar.

 

Kupfer en su declaración sostuvo que no creía que su esposa y su suegra se hubiesen suicidado, sobre todo porque ambos tenían un hijo pequeño y Spector guardaba un cariño entrañable por su madre. En cuanto a su relación con una empleada, Francisca Irene Nieva, negó que fuera su amante, pero sí reconoció que había un trato de mucha confianza, ya que le permitían comer con ellos en la mesa familiar.

 

El sospechoso también aclaró que ni su esposa ni su madre tenían seguro de vida, para aventar la sospecha de haber cometido los crímenes por codicia. Asimismo, sostuvo que al verlas descompuestas fue el primero en hacer llamar a un médico y la policía.

El juez Rodrigo indagó a través de los testigos en los supuestos “propósitos de suicidarse” de Spector, pero también detectó la “asidua concurrencia de la señorita Nieva al casino” y “las discusiones frecuentes del matrimonio Kupfer”. También notó “los paseos realizados por el inculpado y la gerente del hotel”, después que el magistrado lo liberara por falta de mérito.

 

El perito químico, Emilio Hallak, informó al juez que el cianuro examinado podía causar la muerte en pequeñas cantidades y que se disimuló hábilmente en la botella de cerveza negra, al disolverse sin formar grumos.

 

Pero, pese a las sospechas sobre Kupfer y Nieva, el fiscal de la causa -cuyo nombre no se pudo establecer- dictaminó a favor de su sobreseimiento definitivo por considerar que no se había acreditado que fueran los autores de los crímenes.

 

Al juez Félix Oscar Noriega le tocó resolver la causa en 1949, apenas un año después de los asesinatos. Indicó en su resolución que no había pruebas directas o materiales contra Kupfer, aunque los indicios apuntaran hacia él, aunque aclaró que eso no implicaba “ni presunción ni sospecha en su contra”, sino más bien “duda”.  Por eso concluyó que “estudiadas las actuaciones sumariales destácase sin esfuerzo que Kupfer no es el autor de la muerte de Olga Rubín de Spector y de Sofía Spector de Kupfer, y puede decirse que desde el primer momento estuvo esclarecido este extremo”.

 

Más adelante, enfatizó que el propio Kupfer fue quien reconoció que tenía guardada una botella de cianuro en una caja fuerte, cuando el médico Mera le preguntó si había ese tipo de veneno en el hotel, por lo que fue secuestrada por el juez Rodrigo.

 

De igual modo, el magistrado puntualizó que los testigos no vieron  conductas sospechosas en el empresario cuando encontró a las víctimas agonizantes, por lo que se convenció de que no fingía aflicción mientras las asistía en sus estertores y ordenaba a sus empleados que buscaran a un médico y a la policía.

 

Noriega consideró que los indicios contra Kupfer eran simples sospechas que estimó “no son ciertas, ni graves ni múltiples”. Sostuvo que no se había probado “sus relaciones íntimas con la señorita Nieva”, ya que los testigos sólo refirieron a meros “comentarios”. El único que especificó un episodio concreto fue Manuel Martín, al asegurar que en una oportunidad “encontró a Kupfer y a la Nieva en la misma habitación y ella en paños menores.

Por otra parte, consignó que varios testigos la vieron en el Casino, pero el juez esgrimió que “no se ha probado que Kupfer le facilitara el dinero ni que jugara de forma desmedida”.

 

Noriega además aclaró que “los vestidos que se mandaba a confeccionar la señorita Nieva eran pagados por la señora de Kupfer o por la misma gerente del hotel. En cuanto al móvil económico, está descartado, pues está probada la pobreza de la señora de Spector y la ausencia de un seguro de vida contraído por la esposa de Kupfer”. También opinó que no se podía asegurar que el cianuro del frasco que guardaba el sospechoso hubiera sido el mismo que ingirieron las víctimas.

 

En su benevolente resolución, el juez consideró una contradicción que se haya encontrado cianuro en la botella de cerveza, pero no se pudiera detectar en la copa: “el indicio de que ese tóxico se usó en el envenenamiento de las mujeres se desvanece como simple sospecha, pero no es suficiente para fundar una condena, que requiere afirmaciones categóricas, conclusiones asertivas y hechos probados”.

 

Noriega concluyó que “Jaime Kupfer no es el autor del doble homicidio que se le imputa”, por lo que resolvió absolverlo junto a Francisca Nieva. Si bien el derrotero de la causa se pierde con las décadas, es probable que nunca se haya encontrado un culpable, ya que en los archivos encontrados ni siquiera se menciona otra hipótesis o algún otro posible sospechoso. Se ignora cómo continuaron sus vidas Kupfer y Nieva. Lo único que sobrevive del empresario es una foto difusa y el halo de misterio por los crímenes que debe haber recordado hasta el fin de sus días.

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