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El papa León XIV llamó a los nuevos sacerdotes a “ser creíbles” y “sanar una Iglesia herida”

En la homilía de la misa de ordenación sacerdotal de once presbíteros para la Diócesis de Roma el Papa reflexionó sobe la pertenencia al pueblo de Dios.

El papa León XIV ordenó a once nuevos sacerdotes para la Diócesis de Roma este sábado en la Basílica de San Pedro del Vaticano, y los exhortó a “reconstruir la credibilidad de una Iglesia herida”, enfatizando la importancia de la cercanía con el pueblo de Dios y la necesidad de ser “creíbles” en un mundo que cuestiona la fe. La ceremonia marcó un día de “gran alegría” para la Iglesia y para los flamantes presbíteros.

Durante su homilía, el Santo Padre profundizó en la pertenencia al pueblo de Dios, al cual los ministros son enviados. Recordó que “la identidad del sacerdote depende de la unión con Cristo, sumo y eterno sacerdote”, subrayando la conexión intrínseca entre el pastor y el Señor. El Sumo Pontífice reflexionó sobre la enseñanza del Concilio Vaticano II acerca del “pueblo de Dios”, una conciencia que, según él, “anticipó un tiempo en que la pertenencia se debilitaría y el sentido de Dios se enrarecería”. Sin embargo, afirmó que “Dios no se ha cansado de reunir a sus hijos, por diversos que sean, y de formarlos en una unidad dinámica”.

Ministros en un mundo real

El Obispo de Roma urgió a los ordenandos a permanecer siempre en el camino del Señor, desempeñándose como “siervos de Dios en el pueblo de Dios”. Hizo hincapié en la importancia de su presencia en un mundo real, y no en uno ideal, al declarar: “como Jesús, son personas de carne y hueso las que el Padre pone en su camino. A ellos se consagran, sin separarse de ellos, sin aislarlos, sin hacer del don recibido una especie de privilegio”. Esta exhortación buscó evitar cualquier distanciamiento entre los sacerdotes y la comunidad a la que servirán.

Posteriormente, el Pontífice abordó el significado de la imposición de las manos en el rito de la Ordenación, rememorando que en los Hechos de los Apóstoles, este gesto “es la transmisión del Espíritu creador”. En este sentido, explicó que “el Reino de Dios pone ahora en comunión sus libertades personales, dispuestas a salir de sí mismas, injertando sus mentes y sus fuerzas jóvenes en la misión jubilar que Jesús transmitió a su Iglesia”. Con estas palabras, el Papa delineó la profunda conexión espiritual y la continuidad apostólica inherente a la ordenación sacerdotal.

Fue en este punto de su mensaje cuando el Papa León XIV lanzó su llamado más directo a la acción: “Juntos, pues, reconstruiremos la credibilidad de una Iglesia herida, enviada a una humanidad herida, dentro de una creación herida. Todavía no somos perfectos, pero es necesario ser creíbles”. Sus palabras resonaron como un fuerte impulso a la responsabilidad y al compromiso de los nuevos sacerdotes frente a los desafíos actuales de la Iglesia.

Sanar heridas y ser ministros de esperanza

El Santo Padre también recordó que “Jesús resucitado nos muestra sus heridas y, aunque son signo de rechazo por parte de la humanidad, nos perdona y nos pone en camino”. Añadió: “También hoy sopla sobre nosotros (cf. Jn 20,22) y nos hace ministros de esperanza. ‘Para que ya no miremos a nadie a la manera humana’ (2 Co 5,16): todo lo que está roto y perdido a nuestros ojos se nos aparece ahora en el signo de la reconciliación”. Esta visión teológica buscó infundir ánimo y propósito en los recién ordenados, recordándoles su rol como portadores de reconciliación y esperanza.

Finalmente, el Papa León XIV expresó su gratitud por la vocación de los nuevos ministros, concluyendo su homilía con una nota de agradecimiento y unidad: “Les damos gracias y damos gracias a Dios que los ha llamado al servicio de un pueblo totalmente sacerdotal. Juntos, unimos el cielo y la tierra”.

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