El mundo del fútbol despide a una leyenda: Hugo “Loco” Gatti
A los 80 años de edad y luego de más de dos meses de internación, el legendario arquero argentino dijo adiós.

Luto y dolor en el mundo del fútbol como consecuencia de la muerte de Hugo Orlando “Loco” Gatti. Luego de más de dos meses de internación en el Hospital Pirovano y como consecuencia de un cuadro de neumonía e insuficiencia cardíaca y renal, el ídolo de Boca Juniors dijo basta. La familia tomó la decisión de quitarle el respirador artificial debido a que su estado ya era irreversible.
Detrás de cada declaración polémica, de cada frase controversial o de sus críticas despiadadas hacia el personaje del momento (Lionel Messi es uno de sus favoritos), hay un arquero que hizo historia. Que marcó una época. Qué lideró un estilo que muchos adoptaron hasta el día de hoy. Y que además de sumar varios récords en su carrera, fue el jugador más veterano en retirarse en el fútbol vernáculo: se sacó los guantes por última vez a los 44 años, con 26 temporadas en Primera, el 11 de septiembre de 1988.
La imagen futbolística que todos recuerdan es la de su paso por Boca, club en el que ganó seis títulos en las 12 temporadas que cuidó el arco Xeneize, sin embargo, la historia del Loco comenzó mucho antes: allí comenzó a construir el que después se convirtió en un arquero leyenda, inolvidable en el arco e imposible de ignorar fuera de él.
Nacido en Carlos Tejedor, Buenos Aires, un 19 de agosto de 1944, Gatti fue siempre Gatti. La diferencia, claro, está en el club que le tocó defender durante su carrera. Surgido en Atlanta, siempre dio que hablar por sus excentricidades. Debutó en Primera a días de su cumpleaños número 18, algo poco frecuente, especialmente para un arquero.
Apenas disputó 38 partidos en aquel primer equipo, y aunque aún tenía pelo corto y no usaba su clásica vincha, ya se destacaba por salir a cortar fuera del área, con mucha personalidad y gran manejo de la pelota. No sólo eso: lo suspendieron una semana por sacar del arco haciendo rebotar la pelota en el travesaño…
Duró poco en el Bohemio, como era de esperar: para 1963 ya estaba jugando nada menos que en River. Claro que en el Millonario había otro arquero al que era muy difícil sacudirle la red: nada menos que Amadeo Carrizo. Por eso es que el Loco nunca pudo pelearle la titularidad al legendario Tarzán. Tampoco fueron años fáciles aquellos en la Banda: le tocó ser parte en tiempos de sequía de títulos (que se cortaría recién en 1975).
Aunque sí hubo un dato anecdótico de aquel momento: le tocó atajar en un Superclásico jugado en la Bombonera, en el que River volvió a ganarle a Boca de visitante luego de 11 años. Para ese partido, Renato Cesarini decidió que Gatti fuera titular y fue 3 a 1 a favor del Millonario. Ese día, cuenta la leyenda, le tiraron una escoba desde la tribuna local y él se puso a barrer el área (¿verdad o mito?). Años más tarde, se haría dueño indiscutido de ese lugar.
Pese a no ser titular, Hugo Orlando sumó la nada despreciable cifra de 93 partidos luciendo el buzo con la banda roja. Pero, además, se ganó su chance en la Selección Argentina: en 1966, y con apenas 22 años, viajó al Mundial de Inglaterra convocado por alguien fundamental en su historia: el Toto Lorenzo.
Roma era el titular y el Loco se sumó para sumar experiencia aunque no llegó a atajar ni un minuto. Sin embargo, cada paso ayudaba a construir su personalidad con tintes fanfarroniles que comenzaron a fastidiar un poco a los dirigentes millonarios. Hacía declaraciones grandilocuentes en contra de Amadeo sumado a sus particularidades en el juego (salir del área a trabar con los delanteros, sacar los laterales, por ejemplo) decidieron desprenderse de él en 1969.
Gimnasia fue un gran paso para empezar a moldear esa personalidad tan extrovertida. Si bien ya tenía un estilo marcado, le faltaba tener peso en un plantel y eso es lo que logró en el Tripero. Además, fue el equipo en el que -sacando a Boca- más partidos atajó: nada menos que 224 (es el segundo en mayor presencias en el club, sólo detrás de Enzo Noce).
Otra de las leyendas en torno a su figura dice que aquel día del debut ante Guaraní de Brasil, el arquero debía descender desde un helicóptero, algo que finalmente no sucedió por no contar con los permisos de la Policía para semejante maniobra. El mismo, años después, dijo en una nota que era la única manera que tenía de seguir jugando: si llegaba y se iba en helicóptero… Creer o reventar.
Ya en el Lobo comenzó también a moldear su imagen: el pelo cada vez más largo, cada vez más desfachatado pero al mismo tiempo dando rienda suelta a su calidad en el arco. Porque, más allá de su histrionismo, mucho más allá, Gatti fue un arquero icónico por sus cualidades. A las que sumó después un humor particular.
“Es que el fútbol que se le ofrece al público es muy triste y me siento en la obligación de alegrarlo haciendo algunas cosas raras que al público lo divierten…”, dijo en una nota en El Gráfico allá por los años 70s. Le quitó seriedad al puesto sin dejar de lado la responsabilidad.
Una declaración de principios: “Además, jugar de arquero es muy bobo. Estar allí, esperando que vengan dos pelotas perdidas y una sea gol, para que las tribunas le griten de todo al arquero… Y sin embargo, jugar al arco me enloquece. Pero no volar, tirarme de palo a palo, sacarla angustiosamente con la punta de los dedos. Eso es para que aplaudan los que no saben nada. Me gusta jugar adivinando que cuando saca el arquero contrario y se la da al marcador de punta para que la saque jugando se la van a meter al claro al wing derecho. Y ya estar saliendo hacia el sitio donde van a meter el pase cuando recién la recibió el marcador de punta de manos de su arquero… Cuando veo la sorpresa del wing porque yo estaba antes, me siento en la gloria…”.
Antes de llegar a Boca restaba un paso más. El 30 de enero de 1975, Hugo Gatti firmaba para ser arquero de Unión, que lo compró… ¡En cuotas! Gatti, ahora sí con su vincha, ya cortaba tickets: anunciando su llegada el club había comenzado a financiar los 60 millones que costó el arquero. Su llegada no fue al azar: Juan Carlos Lorenzo era el DT del Tate y lo había pedido, tras haberlo dirigido en la Selección.
El Toto venía de ser campeón con San Lorenzo y juntos ilusionaban a todo el pueblo tatengue, que había regresado a Primera. “Acá tienen delante de ustedes al mejor arquero del mundo”, cuentan los medios de la época que dijo el arquero tras llegar al aeropuerto. Otro de sus momentos icónicos fue cuando le tocó enfrentar a River, uno de sus ex equipos, al que vencieron y él se dio el lujo de atajarle un penal al Beto Alonso. En ese torneo, el Metro 75, finalizaron cuartos.
Un año duró su aventura santafesina. Lorenzo, junto con Suñé, Mastrángelo y, claro, Gatti, se fueron a Boca en 1976. Aquella transferencia no sólo marcaría su época más gloriosa como jugador con la camiseta azul y oro, sino que además le daría la chance de volver a la Selección, luego de no haber sido convocado para el Mundial 74.
Llegó a Boca con la madurez suficiente como para consagrarse. Tenía 31 años, 13 temporadas en Primera, un estilo marcado, una personalidad a prueba de todo y sólo le faltaba un arco donde triunfar. De hecho, él mismo ya había asegurado estar hecho para ese arco, y hasta se había sacado una foto con una bandera con los colores xeneizes.
Fueron nada menos que 548 partidos que disputó en Boca, aunque el primero casi no cuente: fue un amistoso en Necochea, en enero de 1976. Fue el debut para el Toto y para el Loco, y juntos comenzarían un camino de triunfos y una época de gloria para el club.
Fue clave en las conquistas de los Metropolitano 76 y 81, el Nacional 76, las Libertadores 1977 y 1978 y Intercontinental 1977.
El salto internacional del club de la Rivera de la mano de un Loco en el arco: en el Estadio Centenario de Montevideo, aquel 14 de septiembre de 1977, detuvo el penal ejecutado por el brasileño Vandeley, de Cruzeiro, para darle la primera Copa al club. Ese día, además, otro de sus momentos icónicos, confesó haber atajado con los guantes que le había regalado Amadeo Carrizo (regalo de Mastrángelo por ser coterráneo con el hombre de River). Mastrángelo contó que, tras consagrarse, se los regaló.
En Boca, además, marcó un nuevo estilo que terminó cambiando las reglas de vestimenta de los arqueros. Hasta aquel entonces, había respetado los colores permitidos. Hasta que su amistad con Oscar Tubío, aquel del Jardín de Oscar que diseñaba camisetas para Maradona y tuvo el famoso Bulldog que usó Chilavert, lo llevó a utilizar casacas de varios colores, con sus iniciales o su apellido en el frente.
Julio Grondona apoyaba su determinación, pero pidió que primero fuera informado por el árbitro para luego pedir la modificación de aquel artículo 34, algo que finalmente logró y que muchos arqueros después aprovecharon: lucir su propio estilo, los colores a su gusto y trabajar una idea de marketing personalizado. En eso también fue un pionero.
Otro icónico momento fue cuando jugó de 9: fue en 1984, ante el Atlas mexicano y en California, jugando amistosos para recaudar dinero en tiempos de vacas flacas. Ante la lesión de un compañero, el DT Dino Sani le ofreció entrar a la cancha, pero para pararse de delantero.
“Unos vinitos hacen muy bien. Yo siempre tomé antes de los partidos. Me sacaba el cagazo. Porque aquel que dice que nunca sintió cagazo, miente. Y el vino me daba swing…”, contó alguna vez sobre aquellos años gloriosos.
Esos años que no tuvieron su réplica en la Selección. En 1976 volvió citado por César Luis Menotti para un amistoso en Kiev ante la URSS, partido en el que además debutó Daniel Passarella. Con el campo nevado, llamó la atención verlo a Gatti cubierto de pies a cabeza (pantalón largo y gorrita), siendo además la figura de aquel triunfo 1-0 (gol de Kempes).
Pero el detalle que más sorprendió luego fue su confesión: “Ante los soviéticos jugué en pedo”, dijo. Es que contó mucho después que tenía una petaca de whisky escondida en un palo y que, por el frío, cada tanto tomaba un poco para tomar calor.
Aquella vez reconoció que el Flaco lo había citado en un gran momento de Ubaldo Matildo Fillol en River. Pero, dos años después, se quedaría afuera del Mundial 78. Las versiones son diversas: que estaba lesionado, que había presiones para que Fillol fuera el arquero (se había distanciado de Menotti y se habían arreglado en el inicio del 78), también que no quiso ser suplente del Pato y que no quería dejar a Boca en un momento tan importante de su historia. Lo cierto es que todo lo bueno que logró en su equipo no lo pudo plasmar con la celeste y blanca…
Entre otros récords, además de ser el jugador más longevo en retirarse, también conserva el de mayor cantidad de partidos en el fútbol argentino: 765, 127 por encima del segundo, Ricardo Bochini. Además, es el arquero que más cantidad de penales atajados en Primera: 26, número que comparte con el Pato Fillol.
En el Xeneize, aunque no es el jugador con más partidos (el récord es de Roberto Mouzo con 396), sus 381 partidos oficiales en torneo locales lo ubican en el segundo lugar y como el arquero que más veces defendió esos arcos.
Su último partido en Boca, ante Armenio en 1988 y con derrota 1-0, decretó su adiós del fútbol. Ya con 44 años, tras un error en el partido que costó los puntos, Omar Pastoriza decidió que era tiempo de darle lugar a su reemplazante. Allí comenzó la etapa de Carlos Fernando Navarro Montoya en el Xeneize y él, que tenía contrato hasta diciembre. Finalmente, se sacó los guantes para siempre.
Diez años más tarde, fue tiempo de homenaje y despedida: le realizaron un partido el 3 de diciembre de 1998 en la Bombonera y ante la Universidad Católica de Chile, partido en el que el equipo de Carlos Bianchi además celebró el título del Apertura 98.
“Yo siempre sostuve que no era arquero sino un jugador más dentro del equipo”, dijo hace muchos años y eso quedó claro en cada intervención. Su talento, su calidad, su temperamento y su locura lo hicieron ícono del fútbol nacional.
Quizá su parte más antipática comenzó después, cuando le tomó el gusto a las declaraciones polémicas. En sus últimos años, ya instalado en Madrid, se dedicó a opinar de todos y de todo, desde el famoso Chiringuito de Jugones. Atendió sin problemas a Lionel Messi en varias oportunidades, y también a Maradona, declarando que Pelé fue el mejor de la historia. Polémico, como durante toda su vida.
Padre de dos hijos (Federico y Lucas Cassius), ya había sufrido algunos problemas de salud en el pasado. Hace algunos años había sufrido un problema cardíaco y durante la pandemia había estado internado por coronavirus, aunque recibió el alta días después.