Deconstrucción en el vestidor: la presión estética sigue siendo femenina
Aunque vivimos tiempos de libertad y aceptación, las exigencias sobre cómo “deberíamos vernos” siguen pesando más sobre las mujeres. ¿Cuánto hemos cambiado realmente?

La era del body positive, los discursos de amor propio y la deconstrucción de roles de género trajeron consigo nuevas formas de habitar el cuerpo y la identidad. Sin embargo, basta con mirar una reunión de trabajo, una salida o incluso una red social para notar una realidad que persiste: las mujeres siguen cargando con una presión estética que los varones, en general, no sienten. En el vestidor de casa o en el del shopping, la autocrítica todavía pesa demasiado.
En un mundo donde supuestamente podemos “ser nosotras mismas”, se espera que estemos impecables: prolijas, depiladas, con maquillaje sutil pero favorecedor, el outfit correcto, el talle que disimula, la pose que afina. Mientras tanto, a muchos varones aún se les celebra la “naturalidad” o incluso la “desprolijidad”. No es que no haya presión para ellos, pero la exigencia estética sigue siendo despareja, y eso también es una forma de violencia simbólica.
El mercado de la moda y de la cosmética lo sabe: el 80% del consumo de productos estéticos lo hacemos nosotras. Y no solo porque nos guste, sino porque desde niñas se nos enseña a ser agradables a la vista. De adultas, si decidimos corrernos de ese mandato, vienen los comentarios: “¿Estás cansada?”, “¿no te maquillás más?”, “te ves más grande”. El mensaje es claro: se espera que nos esforcemos para ser aceptadas.
Incluso en contextos progresistas o feministas, muchas veces nos preguntamos si realmente estamos eligiendo cómo vestirnos o si seguimos actuando bajo una mirada externa. ¿Nos vestimos para nosotras o para encajar? ¿Podemos usar lo que queremos sin pensar en cómo nos van a ver? La respuesta todavía no es tan liberadora como nos gustaría.
Romper con la presión estética implica, también, repensar desde dónde elegimos. Validar los cuerpos reales, abandonar la necesidad de corregir todo lo que no encaja en el ideal y entender que lo que se espera de nosotras no siempre tiene que ser una guía. La verdadera deconstrucción empieza cuando nos miramos al espejo y la opinión más importante… es la nuestra.