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La “resurrección” del Cristo de La Piedad, que fue esculpido por Rafael Delgado Castro

Roberto Eberlé, artista discípulo de "Tuti" Delgado y difusor de esa familia de artistas, llevó a cabo la restauración de la icónica estatua del cementerio de Capital.

El artista plástico Roberto Eberlé concretó la restauración del Cristo del cementerio La Piedad, en esta Capital, que forma parte del legado escultórico de la familia Delgado, en cuyo proceso intervino la escuela pública. En sus redes sociales relató el arduo proceso que llevó varios meses, hasta que finalmente la escultura fue expuesta en la inauguración de la remodelada Escuela Industrial Nº2 Santiago Maradona, para luego retornar a su emplazamiento original.

 

Eberlé, quien también es docente, contó que por el año 1939 don Rafael Delgado Castro, eximio escultor español afincado en Santiago del Estero desde 1913, modeló una escultura en la cual se representaba a Jesús en actitud de impartir una bendición.

 

La estatua fue moldeada y vaciada en yeso, tras lo cual, se le dio un color similar al bronce debido a que estaba destinada a ser fundida en ese metal.

Pero lo notable de esto último, era que la fundición se realizaría en una escuela pública, la entonces Escuela de Artes y Oficios de la ciudad de La Banda -hoy la Escuela Industrial- que se había iniciado en 1918 y que entre sus talleres, sumaba al de fundición desde el año 1925.

 

El pasado a bronce se realizo con el moldeo de la estatua utilizando tierra de fundición; realizando partes que posteriormente fueron soldadas. Finalmente, la copia en bronce se instaló, a fines de 1939, sobre la calle central del cementerio La Piedad de nuestra ciudad capital.

 

“De este modo, la Escuela de Artes y oficios, entonces bajo la dirección de don Sigifredo Wiaggio, demostraba una vez mas su capacidad de poner en práctica lo aprendido, y al mismo tiempo, satisfacer una demanda proveniente de una institución publica como un cementerio”, destacó Eberlé.

 

Cabe destacar que esta pieza de bronce, con 1,90 metros de altura, quizás sea hasta el día de hoy la fundición artística de mayor tamaño que se haya realizado en nuestra provincia, ya que los grandes monumentos conocidos (a Belgrano, San Martín, Yrigoyen o Francisco de Aguirre) se fundieron en talleres especializados de Buenos Aires.

“Mientras la copia en bronce fue emplazada en el cementerio capitalino, el modelo de yeso permaneció en la escuela sobre un pedestal de madera, que en su cara superior tenía la particularidad de contener un puntal, en el cual, seguramente encastraba la estatua de yeso: hueca por dentro y reforzada con una estructura de caña tacuara atada con alambre galvanizado (‘escobero’). Además, para dar consistencia al espesor del yeso (que oscila entre 1 y 2 centímetros) se utilizó fibra de chaguar”, detalló el escultor.

 

“Es de suponer -consideró- que al intentar emplazar la estatua de yeso en el pedestal de madera, haya surgido un problema con el puntal del centro, y la escultura izada con un aparejo haya tenido un mal movimiento y algún golpe. Esta suposición surge de que siempre tuvo una fisura en su base y los pies de la estatua resultaban un tanto hundidos respecto del plano de base”.

 

Pasaron los años y se registraron diversos deterioros, como la rotura de dedos y cobertura con capas de pinturas sobre la capa original. Hubo un año en que se cubrió la estatua con un color negro, y años después, con un color blanco.

 

“Ambas capas de pintura (esmalte sintético) sobre todo la blanca (gruesa y de un blanco brillante) perjudicaron visualmente a la estatua, ya que por un lado, disminuyeron la profundidad de las concavidades y generaron un rebote de luz cuyo resultado fue una imagen mas ‘desdibujada’ de la forma en su conjunto”, lamentó Eberlé.

 

Ya en el reciente proceso de refacción de la escuela Industrial se produjeron otros daños: rotura y perdida de toda la base, y rotura transversal del brazo derecho de la estatua.

 

“Con estos últimos deterioros, la escultura ya no podría estar parada. Su destino sería algun deposito con la posibilidad de que, paulatinamente se fueran agregando roturas hasta que en un futuro acabara desapareciendo. Si esto se consumaba se perdería un testimonio de lo que una escuela pública fue capaz de hacer hace muchos años”, advirtió.

Pero destacó que “por suerte se encaró el arreglo de la estatua: el 20 de diciembre de 2024 llegó a mi casa y desde entonces se inicio el proceso de recuperación de tan valioso testimonio. Para esto tuve el apoyo de mi amigo Hugo Argañaras, que me suministró recomendaciones y me facilitó algunas herramientas, y de Pablo y Milagros Delgado, bisnietos de don Rafael Delgado Castro”.

 

Eberlé explicó que, en primer lugar, procedió a remover las capas de pintura para llegar al color original: “El problema era que en este caso -estatua de yeso- no era recomendable el uso de removedores por cuanto se corre el riesgo de que si quedaban restos de los mismos (ya sean líquidos o en gel) pudieran dañar el material. Tampoco resultaba aconsejable aflojar la pintura con pistola de calor. Sólo restaba realizar el arduo trabajo de retirar la pintura con espátulas y gubias. Aunque también, la tarea se vio medianamente facilitada por el uso de cabezales de minitorno, que permitieron quitar las capas de esmalte y dejar la capa original de oleo”.

 

Indicó que una vez quitadas las capas de blanco y negro se procedió al arreglo del brazo quebrado. Para eso se realizaron “grampas” de diversos tamaños con hierro torsionado del seis, cubiertos con antióxido y adheridos con “Poximix para exteriores”, un gran adhesivo que si se lo prepara en forma correcta posee una gran estabilidad y dureza.

 

Posteriormente, vino el arduo trabajo de moldeo de la base, para lo cual se trabajó en el cementerio, intentando sacar un molde de la base del Cristo en su versión de bronce. Fue un trabajo arduo, llevado a cabo un 18 de enero. Una vez obtenido el molde, se realizó el vaciado, reforzando el yeso con “alambrón” del ocho galvanizado y con malla mosquitera.

 

Se presentó la nueva base y se procedió al pegado. Para esto se usó nuevamente Poximix para exteriores y hierros torsionados del seis recubiertos con antióxido.

“Pegar la nueva base a la figura era una instancia que requería tener presente dos cuestiones: por un lado, hacer una base resistente al peso y por otro, pegarla de tal forma que, visualmente, el eje de gravedad de la figura resultase en una posición correcta. Respetando el tiempo de los materiales empleados, se puso nuevamente de pie a la estatua, el día 7 de febrero”, relató.

 

“Tras realizarle un nuevo dedo meñique (moldeando de un calco de la mano), se procedió a realizar pruebas de color sobre la capa original. Obtenida dicha prueba, se procedió a un lijado suave para posteriormente, pasarle una mano de goma laca, sobre la cual, se aplicó oleo, combinando tierra de siena tostada con un verde parecido al verde esmeralda”, indicó.

 

Mientras el oleo secaba, utilizando madera de tarimas, se construyó una especie de camilla o catre, para facilitar el transporte de la estatua. También, luego de estimar el peso de la estatua, se hizo una prueba de resistencia de la camilla; tras lo cual, debidamente embalada, se “acostó” a la estatua.

 

Mientras todo esto sucedía, se había confeccionado un nuevo pedestal más ancho que el anterior y trabajado de manera mas cuidada. Y, por gestión de las autoridades, se consiguió el transporte que hiciera regresar a la estatua a su casa.

“Se optó por no colocar un puntal sobre la cara de apoyo, pues la estatua sería emplazada manualmente y no izada con poleas. Para contribuir con su fijación al pedestal se le afirmaron listones de madera (guayabira), atornillados en los bordes y, además, se le aplicó un pegamento acrílico. Para esto, se contó con la valiosa colaboración de colegas docentes de los talleres de nuestra escuela”, resaltó Eberlé.

 

“Finalmente, el Cristo ‘resucitó’ y pudo participar de la inauguración de la refacción, ampliación y puesta en valor de nuestra querida escuela, en acto realizado el pasado 25 de marzo, que contó con la presencia del gobernador de nuestra provincia. De este modo, ha retornado a su sitio un testimonio de lo que nuestra escuela fue y que, al mismo tiempo, es una vara que puede orientarnos hacia nuestro deber ser”, enfatizó el artista.

 

Por último, Eberlé refirió una anécdota sucedida en un aula del ahora renovado edificio: “Un colega docente pidió a sus alumnos que escribieran todo cuanto esperaban de esta nueva escuela. Uno de ellos escribió: ‘Yo, lo que espero de esta escuela es que pongan más estatuas, ya que eso les quedó hermoso’. ¡Qué viva el arte!… ¡Qué viva nuestra escuela pública!”, celebró.

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